Navidad en Alemania - entonces 

 
 

Navidad en Alemania – entonces         

Durante mi infancia y juventud, en Alemania las fiestas navideñas eran algo casi “sagrado”, algo muy especial, una mezcla de alegría y melancolía. Si hablo de aquellos años lejanos es lo que yo he conocido y vivido. Lo cierto es que, aún en las familias más humildes, se celebraba la Navidad con mucho sentimiento.

Los primeros recuerdos que tengo, siendo aún muy niña, hoy día pueden parecer casi impensables.  Como eran tiempos de guerra, no tenía muchos juguetes, entre otras cositas algunos cuentos infantiles (Grimm, Andersen o el travieso “Struwelpeter”) y realmente una única muñeca medianamente grande. Para aquellas navidades los regalos eran nuevos trajes para ella, hechos a mano por mi madre de algunos restos de tela, de ganchillo o tricotados. También me acuerdo de que, cuando tenía unos cuatro/cinco años, los abuelos me regalaron un cochecito para mi muñeca.    

Sea como fuere, mi madre, a pesar de la situación bélica o posbélica sabía hacer de todas las fiestas algo bonito y acogedor. Nunca faltaba un árbol de navidad pequeño, cuyos adornos se guardaban de un año para otro en el desván, ni tampoco dejamos de degustar las riquísimas galletas de navidad que elaboraba mi madre e inundaba la casa con un aroma único. Me dejaba “limpiar” con los deditos los cuencos donde había preparado la masa, llevándome los restos a la boca y disfrutar de ello.  

De aquellos tiempos navideños, también me acuerdo especialmente de las preciosas canciones de navidad. Es más, en tiempos de posguerra ya formaba parte del coro infantil/juvenil de nuestra iglesia. Todas las navidades, unas semanas antes ensayábamos las canciones para luego cantarlas en la misa de 

tarde del 24 de diciembre. La canción más sentimental ha sido, y probablemente aún lo sea “Stille Nacht, heilige Nacht” (Noche de Paz) y la más alegre “Oh du fröhliche, Oh du selige Weihnachtszeit”, un canto a la Navidad, al nacimiento del niño Jesús.  

También en casa se cantaba, todos juntos, a capella. Pero había un detalle más. Después de la cena, tenía que recitar un poema de navidad (p.e. “Knecht Rupprecht” (Papá Noel)- ¡aún me acuerdo de parte de este poema que era larguísimo!), colocada delante del árbol. Era una costumbre muy arraigada. Sólo después de haber cumplido con esta “semi-obligación”, podía abrir los regalos. Y sólo entonces era el momento de la “Bescherung”, palabra que se puede traducir por “reparto de regalos”. 

El primer día de Navidad, o sea, el 25 de diciembre, los tíos solían venir de visita a nuestra casa o nosotros íbamos a casa de ellos para almorzar. Yo era la única niña entre todos los mayores, además adoptada y siempre añoraba de tener un hermano o hermana.

Muchas veces, al volver de casa de los tíos, ya era de noche, hacía mucho frío, nevaba e incluso era un poco peligroso andar sobre la nieve helada.  Apenas nos encontrábamos con gente por la calle, la iluminación, en general, era escasa pero el cielo lucía lleno de estrellas.

En años posteriores, ya siendo una jovencita, de lo que más me acuerdo son las buenísimas cenas de Nochebuena en base a  pescado Karpfen (carpa), patatas hervidas, acompañado todo con salsa de mantequilla y  nata batida mezclada con rábano picante. Puede sonar raro, pero la combinación era una delicia.

Cuando ya vivía en España, sobre todo los primeros años, nos fuimos mi esposo y yo con mi hija a Hamburgo para celebrar la Navidad en Hamburgo. Ella sí tuvo la suerte de conocer la navidad alemana. En cambio, cuando había nacido mi hijo (hay algunos años de diferencia con su hermana), mis padres ya no estaban en este mundo. Dejamos de volar a Hamburgo para las Fiestas Navideñas, así que el niño no ha llegado a conocer aquella navidad algo distinta que la que se suele celebrar aquí en España, indudablemente algo más alegre.