Crucero Promocional - 1972
Navegando por el Mediterráneo
BIENVENIDOS A BORDO
“Nuestra bienvenida a bordo supone nuestros mejores deseos de que el crucero se desarrolle como hemos previsto, de que sea agradable, y de que el buen tiempo nos acompañe”. Así de bien fuimos recibidos a bordo del barco con la primera parte de un “Diario de a bordo” que nos acompañaría a largo de todo el viaje.
En el mes de junio, hace ya algunos (muchos) años, tuve la suerte de participar junto con mi marido en un crucero promocional por el Mediterráneo. Nuestro primer destino era Génova (Italia), después de 810 kilómetros (437 millas marítimas) de navegación. La previsión meteorológica para este trayecto decía “Buen tiempo, en general despejado, con ligeras nieblas en las costas que a lo largo del día se irán disipando. No se prevén variaciones importantes en el estado de la mar, que está en calma, ni en el régimen soleado”. (¡Menos mal! Soy temerosa ante un mar embravecido, pero me encanta navegar con el mar en calma).
Después de una visita a la ciudad de Génova, embarcamos de nuevo rumbo a Patras (Grecia). Nos esperaban 1491 kilómetros (805 millar náuticas) de travesía. A las 03.00 de la madrugada pasamos frente a la isla de Elba y por por la tarde frente a Nápoles, pero Capri, Ischia, El Vesubio etc. habían quedado inmersos en la nebulosa lejanía y no los pudimos ver. No obstante, a falta de Vesubio, tuvimos Strómboli por la noche. Desde el puente de mando nos comunicaron que pasaríamos frente a la volcánica isla. Salimos a contemplar el espectáculo y tuvimos la suerte de ver el volcán en erupción.
Más tarde pasamos por el estrecho de Mesina, donde la anchura mínima es de 3,5 kilómetros. A estribor se veía la ciudad de Mesina y, un poco más tarde, a babor Regio Calabria. Las noticias sobre el tiempo seguían buenas. Mar en calma, sol, aunque seguimos con algo de neblina.
La patria de Homero nos abrió sus brazos el día 6 de junio, es cuando pusimos los pies en suelo helénico por la tarde/noche. Un autobús nos llevó para hacer una visita a la ciudad. Pudimos comprar licores y vinos griegos, aceitunas y los clásicos recuerdos.
Ya de noche, nos adentramos de nuevo en el Mar Jónico bajo la mirada vigilante de Zeus desde el Olimpo y el intrigante silencio del oráculo de Delfos.
¡Ha sido tan breve nuestra estancia en la cuna de nuestra civilización! No olvidemos que los griegos nos enseñaron el arte de pensar, de razonar. Allá, más allá de las colinas de Patras, anduvo Sócrates cuando el mundo era aire, agua, tierra y fuego. Allá los dioses y semidioses, hechos a nuestra imagen y semejanza, amaron, lucharon y vivieron. Allá estuvieron los héroes de nuestra mitología. Y Ulises navegó por este mar.
Dejamos atrás a otras islas, y en línea recta nos dirigimos hacía el Cabo Spartivento en la “punta de la bota italiana”.
Camino de vuelta pudimos ver Strómboli de día, bueno, los que estuvimos pendientes de ello, mientras otros participantes del crucero disfrutaron del amplio programa de entretenimiento a bordo de la nave.
A las 19.30 horas del día 9 de junio, el crucero tenía prevista la llegada a Génova. Dejamos el barco para trasladarnos en autocar a la cercana y pintoresca población de Nervi, en tierra genovesa, patria de grandes navegantes. Al dejar el barco, lo hicimos con el sentimiento que produce el tener que abandonar algo muy agradable y placentero, algo definitivamente irrepetible. Cuando estuvimos navegando “¿habría pensado alguno de nosotros en lo que pudiese estar ocurriendo en el mundo?” Yo, por mi parte no. Ha sido una perfecta y completa evasión, recomendable a toda persona que necesite “desconectar”.
Una vez de vuelta a nuestro punto de salida en la tarde del 11 de junio, el día después, absolutamente impresionada de cuanto hayamos vivido a bordo en este crucero y en tierra firme, escribí en mi particular “Diario del viaje” lo siguiente:
“Vivir los sueños al soñar la vida – (citando a Miguel Unamuno)
Ayer terminaron ocho días distintos, inolvidables, irrepetibles.
Tengo la impresión de tener que volver ahora mismo a bordo de esta nave blanca para que nos lleve de nuevo por este mar azul en calma, forjando dos huellas espumosas, pasajeras.
Recuerdo la noche estrellada, nuestros ojos y mentes pendientes del primer encuentro con Strómboli, roca viva allá en este mar en absoluta calma, arrojando su fuerza roja al espacio.
Recuerdo nuestra aproximación a las islas griegas, nuestro fugaz contacto con tierras helénicas, nuestra navegación llena de atención y expectación por el estrecho de Mesina, haciéndose realidad nombres tantas veces escuchados: Sicilia, Regio Calabria, Strómboli, Monte Cristo, Elba y Génova.
Recuerdo nuestro paseo por las calles antiguas de Génova, ciudad ciertamente llena de historia.
Recuerdo también la hospitalidad a bordo, los amigos y compañeros del viaje, nuestras reuniones, juegos y contactos. Me alegro haber podido participar y sentir un poco de este mundo maravilloso y de haber pasado momentos muy felices. A 12 de junio de 1972.”
En el momento de escribir todo esto, no sabía que años más tarde volvería a hacer otros dos cruceros por el Mediterráneo y Mar Egeo. Cada vez sentí algo especial, como si aquel mar en calma era parte de mí y, sin duda, Grecia ha dejado huella y las ganas de volver a sus preciosas islas. Pero de esto hablaré en otro momento.