Marruecos - 1990
Un mundo distinto
Durante los años noventa visité por primera y única vez Marruecos. Nos hospedamos en Marrakech y desde allí hicimos varias excursiones. Pero, antes de seguir con nuestra estancia en aquel país, quiero contar una pequeña historia de Marrakech que me encanta. La leí en alguna parte:
“En su origen, Marrakech parece haber sido nada más que un inhóspito lugar y punto de encuentro en el itinerario de las grandes caravanas del sur. Pero un día, y según las narraciones, fue habitada durante mucho tiempo por una tribu llegada del otro lado del Atlas con grandes provisiones de dátiles. Precisamente de los huesos arrojados al suelo, nació un inmenso palmeral”.
A mí me gustaba mucho viajar y conocer mundo (pero sinceramente no en plan aventurero, sino al contrario, viajes bien preparados y organizados). Así que mi marido y yo nos apuntamos también a este prometedor viaje. Un día de octubre tomamos tierra en Marrakech, al pie del Atlas, en un vuelo de “Royal Air Maroc”. Nuestro primer destino era el impresionante “Pullman Hotel Mansour Eddahbi” en la “Ciudad Roja”, llamada así también por el color de sus edificaciones. También el hotel tiene este color rojo-ocre, depende un poco de la luz del día, de sol.
Ya la primera noche, la “Oficina Nacional de Turismo Marroquí” nos ofreció una cena típica en un campamento Berebere, bajo tiendas kaidales y pudimos asistir a una representación de su folklore. Todo muy especial, interesante y distinto. Fuimos testigos de otra cultura y fue toda una experiencia para nosotros.
La mañana después, los acompañantes que no asistimos al congreso en sí, tuvimos tiempo para conocer la famosa plaza “Yamaa el Fna”, un lugar multicolor, multiolor y multisonido, un crisol de vendedores, músicos, acróbatas, tenderetes, cuenta-cuentos, bailarines, malabaristas, faquires, encantadores de serpientes y mujeres que pintaban las manos y pies con henna. Dicen que los momentos culminantes de “Yamaa el Fna” se dan al anochecer – un mundo curioso y especial, sin duda.
También pudimos ir de compras a las tiendas más elegantes (y más caras también) en la ciudad de Marrakech; hay tanto que ver que, si no vas con una idea fija, indudablemente te pierdes.
A los dos días de nuestra estancia en Marrakech, “Royal Air Maroc” nos invitó a “El Oasis”, a una cena-espectáculo en un lugar fantástico como en un cuento exótico. Disfruté sobre todo de un pan excelente, del vino, así como de los ricos postres.
Si bien me acuerdo, la mañana siguiente nos fuimos al Zoco de Marrakech. Visitando a cualquier zoco, un complejo laberinto de callejuelas, creo necesario ir en compañía de un guía local, es imprescindible para no perderse. El zoco de la medina de Marrakech es posiblemente uno de los más conocidos del mundo con un bazar de recuerdos únicos.
Después de nuestra estancia de tres días en Marrakech salimos en autocar camino a Fez. Era un camino montañoso y largo, de muchas horas. A mí me parecía interminable. A veces, cuando lo pienso, apenas puedo creérmelo que un día, hace años, estuve cruzando parte del Gran Atlas en autobús.
Finalmente llegamos sin incidencias a Fez, ciudad en la que se encuentra la gran Mezquita La Karauin. Se considera la más antigua del mundo, según nos explicó nuestro guía. Luego completamos nuestra mañana en Fez con una visita a la ciudad y un almuerzo en el restaurante “Al Fassia”. La tarde era libre para compras.
Nuestro próximo destino era Meknes. Aquí se encuentra el mausoleo de Mulay Ismaii, rico en arquitectura islámica. El mausoleo se encuentra en el interior de la única mezquita en todo Marruecos que puede ser visitada por no-musulmanes. No pernoctamos en Meknes, si bien había programado un “sightseeing” de la ciudad y un almuerzo en el restaurante del hotel Zaki. Este mismo día teníamos que llegar a Rabat.
Nuestro hotel en Rabat era el Hotel Safir. Después de habernos instalado y descansado un poco, la mañana siguiente no llevaron a conocer esta preciosa ciudad, es armoniosa y llena de bellos edificios y avenidas. Por sus calles se respira una atmósfera muy agradable. Por supuesto, visitamos el mausoleo de Mohammed V., el monumento más emblemático de mármol blanco de la capital marroquí, simplemente una obra maestra del arte marroquí tradicional y de un gusto exquisito.
En realidad, el mausoleo es un conjunto de edificios y suele ser custodiado por varios militares con capas blancas y escopetas, además de soldados a caballo. Dicen que de noche el mausoleo resalta espléndidamente en la oscuridad de Rabat y está visible desde casi cualquier lugar de la ciudad.
Con un excelente almuerzo en el Restaurante del Hotel Chellah finalizó nuestra estancia en Rabat. De nuevo nos hicimos a la carretera para llegar a Casablanca.
Cuando oigo la palabra “Casablanca”, me trae recuerdos de la película con Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, rodada en 1942, un drama romántico que nos cautivó a todos. Bueno, durante mi breve estancia en Casablanca no pude visitar el café de “Rick”, por lo tanto, tampoco escuchar “As time goes by” ni tampoco decir a Ilsa aquello de “tócala otra vez, Sam”, pero pensé mucho en aquellas secuencias de la película.
Volviendo a la realidad, tuvimos aún una interesante visita a la ciudad y una estupenda cena en el restaurante del Hotel Holiday Inn. La mañana siguiente nos preparamos para volver en autobús a Marrrakech y coger nuestro vuelo RAM de regreso a Madrid. Todo lo bueno se acaba pronto…